Los
animales carnívoros poseen una enzima llamada uricaza, la cual sirve para
convertir el acido úrico de la carne en una sustancia inofensiva llamada alantoína.
Los seres humanos no tenemos esta enzima, por lo tanto, nuestro cuerpo, para
neutralizar estos ácidos, utiliza reservas de minerales alcalinos, principalmente
calcio de nuestros huesos, esto provoca que se agoten más rápido nuestras
reservas de dicho mineral y por consiguiente nuestros huesos se vuelvan porosos
(osteoporosis).
El
consumo de carne genera que las arterias se vuelvan rígidas y pierdan su flexibilidad
natural debido a las grasas saturadas que contiene, esto provoca la arteriosclerosis,
colesterol alto, que se eleve la presión arterial y que el corazón trabaje en
exceso para bombear sangre a todo el cuerpo, por lo que éste se va agrandando y
así se generan las enfermedades cardiovasculares.
El
acido úrico de la carne que se deposita en las articulaciones las vuelve rígidas,
provocando dolor en las mismas y, en casos extremos, puede provocar artritis reumática,
gota, cálculos renales, etc.
Enfermedades como enteritis,
disentería y salmonella, son relacionadas con el consumo de carne preparada o
conservada, esto debido a la enorme cantidad de bacterias y gusanos contenidos
en la misma, también causando hepatitis e infecciones que ocasionan debilidad y
anemia crónica.
La vida celular continúa después
de la muerte del animal, las células siguen produciendo materiales de desecho
que son bloqueados en la sangre y los tejidos, el resultado es que cuando la
carne es comida por los seres humanos, tiende a sufrir un proceso de pudrición
en el estómago, causando envenenamiento de la sangre. La putrefacción se nota
por el mal aliento, ardores de estómago, eructos, heces y gases con mal olor.
Los desechos de la pudrición envenenan la sangre y tejidos causando
degeneración y envejecimiento del cuerpo.
Además no contiene fibra,
ni suministra energía y si la dieta es baja en fibra se tiene un alto riesgo de
desarrollar enfermedades cardiovasculares, piedras en la vesícula,
diverticulosis, hemorroides, apendicitis, hernia, varices, cáncer de colon, de
pecho, estreñimiento, diabetes, entre otras.
Por
otro lado, están todos los químicos que se suministran a la carne, y de los
cuales nadie nos informa los efectos devastadores que producen en nuestro
cuerpo, como la cantidad de benzopireno (cancerígeno causante de tumores de estómago
y leucemias) que se consume en cada kilo de carne asada y que equivale a
fumarse aproximadamente 600 cigarrillos.
Los animales son
mantenidos vivos y engordados mediante la continua administración de tranquilizantes,
antibióticos y hormonas. El nitrato y el nitrito de sodio, son usados como
preservantes para retardar el proceso de putrefacción de las carnes crudas,
(tocino, salchichas, jamón, embutidos, etc.). Estas sustancias son potencialmente
peligrosas para los niños pequeños, pueden causar deformidades en los fetos,
grave daño en las personas anémicas, cáncer y hasta envenenamiento de la
sangre. El sulfito de sodio se usa para dar a la carne una apariencia fresca y
roja y eliminar el fuerte hedor de la putrefacción, incluso después de que se
ha vuelto rancia y con tono marrón-grisáceo.
Actualmente hay pruebas de
que el consumo de carne es la causa principal de varios tipos de cáncer: pulmón,
colon, mama, próstata, páncreas y ovarios. Hoy en día, los tres principales
tratamientos contra el cáncer son: cirugía, radiación y quimioterapia, cada uno
es evasivo, sus efectos son devastadores y su tasa de éxito es decepcionante. Pero
aun así, no se alienta al paciente a la prevención por dieta, pues es mucho más
lucrativo el tratamiento e impactante la posibilidad de cura, aunque sea tan
escasa.
Finalmente,
ahora que sabes lo que le causa a tu cuerpo el consumo de la carne ¿Seguirás consumiéndola?
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