jueves, 21 de marzo de 2013

La Carne


A los animales carnívoros por instinto natural les atrae la carne de su presa cubierta en sangre. El ser humano se podría decir que la disfraza para poderla tolerar, pues así cruda no es atractiva para ninguno de nuestros sentidos; el proceso es primero que nada el de limpiarla, después cocerla y así, agregarle sabor por medio de los condimentos y la sal, logrando de este modo que la carne no sepa a carne para podérnosla comer. Distinto es  el caso del consumo de una fruta, pues ésta agrada a nuestro olfato, recrea nuestra vista y satisface nuestro gusto sin modificación de ninguna especie.

El hombre, al inventar el cuchillo o el arma, se convirtió en el animal más temible, más aun que los carnívoros por naturaleza, pues sus víctimas se acercan a él confiando en sus pacificas inclinaciones. Pero claro, la naturaleza de los sentimientos humanos evita a la mayoría de las personas protagonizar el espantoso asesinato de los animales que se pretenden comer, por lo tanto, cómodamente delegan esa tarea a otros y esto es francamente degradante a la evolución humana.

Desde el punto de vista arqueológico, las investigaciones que se han hecho al respecto, muestran que los orígenes de la especie humana fueron vegetarianos, pero el hombre, ya sea por perversión de instintos o por efecto de las circunstancias, en determinado momento de su evolución, comió carne y así con el transcurso de los años, se tomó como una cultura de alimentación, que hasta ahora la mayoría de las personas creen correcta, no sólo porque es una costumbre ancestral, sino porque así nos lo han manejado por medio de costosas campañas publicitarias que siempre nos logran transmitir que el consumir carne es una actividad natural, sana y divertida, la cual nadie relaciona con la atmósfera horrible y macabra de los mataderos. 

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